Aquel pintor tan pobre y barbilampiño no sólo llevaba pintado un fino bigote sobre su labio superior; también sus calcetines, que higiénicamente cambiaba cada día de color, eran pintados. Y la mujer con la que dormía estaba pintada sobre la sabana.
Ángel Guache.
2 comentarios:
A ti Carlos, te basta con cambiar de camisa, no?
Todo en mí es también pintado, especialmente mis camisas.
Publicar un comentario