A principios de enero de 1909, a los 38 años, Marcel Proust experimentó una revelación: mojó un trozo de magdalena en una taza de té caliente y de golpe se le hizo presente con extraordinaria intensidad el mundo desaparecido de su juventud. Comprendiendo que la tarea de su vida había de ser ir En busca del tiempo perdido, se encerró en un cuarto forrado de corcho de su piso en el 102 del Boulevard Haussmannd de París.
Entre sábanas manchadas de tinta, venciendo el asma y cuidado por su fiel criada Céleste Albaret, escribió su titánica autobiografía novelada. Proust moriría en 1922 dejando siete tomos.
2 comentarios:
¿No te la habrás leído verdad?
No, y me voy a esperar un poco.
Tengo otros pendientes.
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