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Espero que la haya visto Francesco Rosi.
Walter Sucker (Fred Ward): "La toma inicial de Sed de mal duraba seis minutos y medio".
Griffin Mill (Tim Robbins): "Creo que no era tanto, Walter".
Walter Sucker: "Puede que sólo fueran tres o cuatro, pero montó la peli a partir de un único plano".
El juego de Hollywood (The Player, 1992) de Robert Altman.
Un montaje de fotos y fragmentos de reportajes que ilustran la intolerancia racial (desfiles nazis, mítines del Ku Klux Klan, negros apaleados y quemados vivos, brutalidad policial, manos negras maniatadas, niños asustados, junta a la famosa canción de agitación de Lena Horne Now. Tiene crudeza, impacto amargo, todo muy impresionante por su brevedad.
Antes de la revolución yo era tan solo un tragapelículas, un espectador como cualquier otro de cualquier parte del mundo. Pertenecía a una sociedad cultural, "Nuestro Tiempo", que tenía un cine-club donde veíamos y discutíamos teóricamente los films clásicos. Otros camaradas que hoy trabajan en el ICAIC -Alfredo Guevara, Julio García Espinosa, Tomás Gutiérrez Alea- pertenecían también a ese cine-club. Proyectábamos algunos films revolucionarios clásicos de la Unión Soviética. Había un distribuidor de películas soviéticas para Cuba y México y solíamos alquilarlas y proyectarlas en un pequeño cine los domingos por la mañana. Nos reuníamos para ver las películas y discutirlas, pero era también un pretexto para reclutar gente izquierdista y hablar de problemas sociales.
Antes de esto, en 1939, viví en los Estados Unidos, donde empecé a ser políticamente consciente; al regresar a Cuba me hice comunista. El imperialismo americano es el más grande promotor del comunismo en el mundo. De hecho, fueron mis experiencias americanas las raíces de Now, mi película contra la discriminación racial en Estados Unidos. Me vino todo a la cabeza cuando estaba escuchando la canción titulada Now, cantada por Lena Horne (una melodía basada en un antiguo canto hebreo de autor anónimo). Cuando empecé a trabajar en el ICAIC en esta película, ese recuerdo, esa experiencia, me ayudó: utilicé todo el odio que había sentido contra la discriminación y la brutalidad.
Santiago Álvarez.
Lo que más aprecio en una obra cinematográfica son los valores emocionales. Las películas intelectuales no llegan al espectador; son películas, en el fondo, carentes de valor. Para que una película haga impacto en el público y los protagonistas lo conmuevan, los medios de expresión tienen que ser emocionales. Mi divisa: presentar héroes románticos en situaciones dramáticas.
Andrzej Wajda. Revista Polonia, 5 (1972).
(...) Uno de los planos del que más se ha hablado es la extraña secuencia en la que se sigue a Danny pedaleando a gran velocidad por los pasillos sobre su cochecito de plástico. El sonido es ensordecedor cuando corre sobre el parqué para apagarse bruscamente cuando atraviesa una alfombra. El objetivo debía encontrarse a algunos centímetros por encima del suelo y desplazarse rápidamente
muy cerca del vehículo, delante o detrás de él.Intenté hacerlo andando pero después de una toma de tres minutos estaba tan exhausto que hubiera sido incapaz de dar las instrucciones para mi entierro. Además a esa velocidad, casi no podía acercar el objetivo a menos de 45 cm del suelo. Decidimos montar el steadicam sobre el sillón con ruedas Ron Ford, prototipo que Stanley había contribuido a crear unos años antes y que todavía tenía a su disposición.
Se trata de un aparato muy útil. Se puede desplazar en todas direcciones y el asiento se puede mover según las exigencias del plano (...). Así estábamos equipados para desplazar suavemente la cámara sobre las alfombras y sobre el suelo a gran velocidad y a cualquier altura, hasta algunos centímetros del suelo. El resultado, como se puede ver, es espectacular''.
(Garrett Brown, ''The Shining and the Steadicam'', American Cinematographer, Hollywood, agosto 1980).
Fue en Filadelfia donde empecé a hacer cine. Todo empezó con un concurso de pintura y escultura experimental que la Academia celebraba cada año. El primer año construí una escultura móvil que consiguió el segundo premio. El segundo, construí una pantalla esculpida con tres cabezas tridimensionales e hice una película sobre seis personas vomitando que tenía que proyectarse en aquella pantalla. Aquella escultura-película compartió el primer premio. Un millonario, antiguo alumno de la Academia, vio la exposición y me preguntó si podría hacer otra escultura-película para su sala de estar por mil dólares. Fue entonces cuando compré una cámara de segunda mano. Dejé la Academia porque no aprendía nada nuevo y podía seguir haciendo cosas en casa. Fue entonces cuando empecé a trabajar en un corto de cuatro minutos combinando, por primera vez para mí, animación y acción real. Se llamaba The Alphabet y lo presenté al American Film Institute con la esperanza de que me dieran una beca.David Lynch.
Siempre me ha gustado hacer películas, ha sido toda mi vida. Me gusta la gente con la que trato, y no me refiero a los peces gordos; me refiero a los actores, las actrices, los fotógrafos, los eléctricos. Me gusta estar en el plató, y se trate de la película que se trate, me gusta trabajar en el cine. Es divertido. (...) Pero nunca he pensado en lo que estaba haciendo en términos de "arte", o "esto es estupendo" o "de importancia mundial", ni nada por el estilo, para mí, siempre se trataba de un trabajo que hacer, con lo que disfrutaba inmensamente, y nada más.Del libro John Ford de Peter Bogdanovich. Editorial Fundamentos, 1971.