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Un travelling atrás inicial de la madre de Juana, sólo vemos sus pies y su falda y cuando adelanta a la cámara su dorso, hasta el lugar donde lee la requisitoria que abre la rehabilitación de su hija, da paso a los títulos de crédito, manteniendo el plano sobre su espalda y acompañados de unos redobles de tambor. Inmediatamente la lectura de un texto nos pone en antecedentes y nos sitúa en el castillo de Rouen.
El proceso se articula mediante plano-contraplano fundamentalmente, sin planos generales para conferirles densidad dramática, e insertándose escenas en la celda donde está prisionera y donde posteriormente se completa su interrogatorio. Juana se muestra siempre firme en sus declaraciones, casi insolente en algunos momentos, debido a la absoluta seguridad que le proporcionan las voces y las visiones, sólo al final tiene miedo y está a punto de firmar la adjuración, pero no lo hace.
La condena se consuma con otro travelling atrás siguiendo el camino a la hoguera. Rostros. Un perro. Fuego. Palomas. Dos monjes con una cruz. Humo. El plano final en ligero contrapicado con el poste calcinado sólo con las cadenas y redobles de tambor que enlazan con el comienzo. Una de las imágenes más desnudas y esenciales del cineasta francés.
Bresson sigue fiel, como en todas sus películas menos las dos primeras, a no utilizar actores profesionales. Florence Delay y el pintor Jean-Claude Fourneau como el obispo Cauchon, mucho más humano que en las otras versiones, destacan en esta ocasión.
Lejana al esteticismo y a la implicación emocional de la obra maestra La pasión de Juana de Arco (1928) de Carl T. Dreyer, la película busca la esencia -hasta en su duración de 62 minutos- y el misterio, quiere que creamos en lo no visto mediante lo oído.
Calificación: 6/10.
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