domingo, 10 de junio de 2007

El hombre que nunca estuvo allí

Anteayer vi El hombre que nunca estuvo allí, noveno largometraje de los hermanos Coen, cineastas irregulares pero con prestigio crítico a pesar de ser tildados de postmodernos, manieristas y revisionistas, ahí es nada. Más datos, éstos relacionados con su última película: blanco y negro nostálgico obtenido a partir de un negativo en color, íntima relación con el universo de James M. Cain, excelentes interpretaciones del protagonista y de los actores de reparto (Frances McDormand, Michael Badalucco, Jon Polito...), personajes y situaciones clásicas: hombre inocente con mujer infiel en pueblecito tranquilo...

No había leído nada de la película porque pensaba verla y prefiero siempre no cultivarme/contaminarme previamente. Al acabar la proyección, salí del cine admirado por el cambio de registro de los autores, me pareció que habían dejado el artificio, excepto mínimamente en la secuencia del accidente, por la serenidad y la linealidad, el histrionismo por la contención, el eclecticismo por una única y clara influencia. La interpretación de Billy Bob Thornton la estimé como la asunción de la nulidad del personaje principal como individuo, un ciudadano encajado en el engranaje social que ve su oportunidad en un irreal negocio que posteriormente triunfa en manos ajenas, un hombre elegido por su esposa como acompañante en el hogar, un padre frustrado que deposita sus esperanzas en la hija de un vecino que intenta seducirlo, un ser que cree salir del anonimato cuando un vulgar semanario le pide que relate sus últimas horas en el país donde las últimas horas se relatan. El resto de personajes no desentona con el principal: su mujer ansía el importante puesto de jefa de administración en unos almacenes, su jefe es un héroe imaginario de la Segunda Guerra Mundial que cede débilmente a un chantaje... hombres y mujeres que nadie recordará dónde y cuándo estuvieron en cualquier lugar. Por último, la fotografía en blanco y negro la reconocí, en un principio, como el complemente perfecto a la dirección artística para llevarnos a los años cuarenta; sin embargo, me fue calando como el tinte de las ilusiones del protagonista, como el reflejo del estado anímico de un hombre no demasiado lejano al extranjero Meursault.

Al llegar a casa leí las críticas, cené y me acosté. Ayer me levanté a la misma hora que todas las mañanas y fui a la peluquería.

Comentario a la película El hombre que nunca estuvo allí (2001) de Joel Coen publicado en la sección Cartas a Spectra del número 1999 de Cartelera Turia en mayo de 2002.

1 comentario:

vicente dijo...

Estupendo artículo, aunque no fueras a la peluquería.
En otro orden de cosas, te recomiendo History Boys y Half Nelson, creo que merecen la pena.
Saludos críticos.