jueves, 12 de julio de 2007

La soledad (2007) de Jaime Rosales

Las obras personales deben agradecerse aunque sólo sea por su valentía e indiferencia a la ley del mercado. Si, además, sus autores se cuestionan más piezas del arte cinematográfico que la literatura, debemos aplaudir fervorosamente sus iniciativas. El segundo largometraje del guionista y director Jaime Rosales (Barcelona, 1970) tiene esas dos cualidades.

Presentada y aplaudida en la sección "Un certain régard" del Festival de Cannes, La soledad (2007) es una mirada personal, desapacible y sin concesiones, sobre las relaciones humanas en general y sobre la incomunicación en particular desarrollada a partir de dos historias ligeramente relacionadas, la de Adela y la de Antonia. Adela, separada y con un hijo pequeño, se traslada desde un pueblo de León a Madrid y se va a vivir con Inés, una de las tres hijas de Antonia, propietaria de un pequeño supermercado. Los problemas de sus otras dos hijas, Nieves, que tiene que operarse de cáncer, y Helena, que quiere comprarse un apartamento con el dinero de la venta del piso de su madre, enlazan con un suceso inesperado.

El guión, escrito por Jaime Rosales y Enric Rufas, se apoya en tiempos muertos llenos de tareas rutinarias, tensos silencios y diálogos directos, cotidianos, mil veces escuchados y de fácil reconocimiento en el entorno de cada espectador, y retrata un abanico de relaciones familiares, laborales y amistosas en las que la soledad entre individuos impera anclada en la incomunicación y el egoísmo y la soledad existencial aparece como verdad insoslayable. No hay recovecos ni vueltas de tuerca con el fin de conseguir la mayor aprehensión de la realidad. El límite entre de ficción y cine documental se difumina hasta casi desvanecerse.

¿Y la puesta en escena? ¿Rosales se acopla a la dramaturgia clásica o se entretiene mareando con la cámara? Nada de eso, prefiere beber de diversas fuentes para unir fondo y forma como los grandes cineastas. Admirador de Bresson, como él mismo confiesa, y seguramente también de Ozu, se decanta por la esencia, manteniendo la cámara completamente quieta en todos los planos de la película y, en muchas escenas, a una púdica distancia de los actores en general sólos en cada plano, separados de cualquier otro personaje; ni deformaciones ni más música que los sonidos que creamos y oímos en nuestro quehacer diario contaminan la película que se acerca así al realismo más puro. Mención aparte merece la variante del recurso expresivo inventado por Abel Gance en Napoleón (1927) bajo el nombre de polyvision. Si el director francés lo utilizó en el clímax de su película para conseguir mayor espectacularidad al presentar tres acciones simultáneas en tres pantallas, Rosales lo reduce, en un 30% aproximadamente del metraje, a dos puntos de vista simultáneos de la misma acción, dividiendo la pantalla en dos partes iguales para reflejar, en los casos de conversaciones plano-contraplano la distinta vivencia que tiene cada personaje de la misma realidad y en otros, como en el caso de la secuencia inicial, simplemente dos observaciones distintas del mismo acto.

No puedo acabar el comentario a esta importante película sin destacar la interpretación de todo el elenco femenino y los dos planos finales del cielo sobre la ciudad, de la vida sobre todos nosotros.

Calificación: 7/10.

4 comentarios:

SALVATRON dijo...

¡Madre del amor hermoso!

Anónimo dijo...

Yo también vi la película. Está muy bien aunque es muy triste, muy muy triste...y con situaciones ciertamente reales y creibles, como comentas, que me impactaron por su sencilla y cotidiana crueldad. De las que te encantan, en resumen.

Anónimo dijo...

Desde mi punto de vista, la película sólo muestra la faceta menos amable de la existencia cotidiana(la insatisfacción personal de una de las protagonistas que quiere progresar, la despreocupación de la familia ante la enfermedad de una de las hermanas, la avaricia de una de las hermanas por conseguir tener un apartamento (en Torrevieja!!! ésto es del tiempo del Un, dos, tres),las malas relaciones de las dos hermanas, el atentado,las muertes, y cómo se reparten las hijas las cosas de la madre muerta).Retrata situaciones estereotipadas un poco desfasadas, haciendo sólo hincapié en la parte negativa y no mostrando los sentimientos de los personajes, cosa poco frecuente por lo menos en el carácter mediterráneo. También las conversaciones me parecen muy triviales para mantenerse con familiares, en ningún momento hablan de la hermana enferma... Toda esta austeridad (falta de banda sonora ,actrices sin maquillar, casas con mobiliario de otra época, personas que no muestran sus sentimientos nunca), que emplea la película, hace que sea menos creíble. En definitiva, me parece que la película está bien pero sobrevalorada. Además, los hombres de la película parecen marionetas en manos de sus mujeres. Este retrato del hombre sometido a los deseos de las mujeres lo único que refleja es un talante un tanto misógino. Afortunadamente no todos somos así. Por lo menos sonreímos de vez en cuando.

Castedo Merinero dijo...

Criticona, tienes razón en el aire pesimista que envuelve la película, pero no olvidemos que la queja y el agobio son el pan de cada día de la mayoría de nosotros, habituados a las conversaciones triviales que no dicen nada de nuestros sentimientos.
En cuanto a la falta de banda sonora, maquillaje... creo que es acertado para aumentar el realismo si bien es cierto, que lo del apartamento en Torrevieja, sin duda conscientemente resaltado, resulta exagerado.
Por último, no creo que haya misoginia en la película, lo que pasa es que la película se articula a partir de dos mujeres y las tres hijas de una de ellas. Piensa en el personaje de Manolo, la pareja de Antonia, muy bien matizado con pocos apuntes.